Pienso que el acto de pintar puede ser una forma de pensar el presente, pero también de especular sobre futuros posibles. Esta serie nace de un ir y venir emocional constante entre la falta de esperanza y el impulso vital por imaginar un cambio desde un prisma materialista y terrenal. Me interesa la fricción que se da entre quien aún cree en lo colectivo y la sensación de que toda subversión se encuentra en vías de extinción. Trato de pintar sensaciones que me conducen a imaginar futuros habitables, sin saber del todo si merece la pena atravesar el caos del presente en nombre de un porvenir mejor, más cercano o más incierto.
Parto de la dicotomía entre el aceleracionismo y el desaceleracionismo como puntos de partida conceptuales, pero lo que realmente me interesa es cómo esa tensión se traduce en la experiencia material de la pintura. En esta colección utilizo técnicas mixtas sobre lienzo, desarrollando una estética que dialogue con el conflicto entre opuestos. El color juega un papel narrativo: los negros y anaranjados dominan las obras, como si se tratara de un juego en el que debo evitar que uno anule al otro se volviera el objetivo mismo. Esa negociación constante entre fuerzas cromáticas se convierte en un ejercicio de pensamiento continuo.
El proceso pictórico se transforma así en un lugar donde el conflicto no se resuelve, pero se manifiesta. Lo que me interesa no es tanto llegar a una conclusión como habitar el dilema, abrir espacio para que aparezca lo inesperado, e incluso lo contradictorio. Pinto no para definir, sino para preguntar.
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